MEDITACIÓN DE S.B. CARDENAL PIERBATTISTA PIZZABALLA
16 de marzo de 2025
II Domingo de Cuaresma, año C
Lc 9, 28b-36
El pasaje evangélico de hoy (Lc 9,28b-36) comienza con unas palabras que la liturgia omite.
Son palabras que nos informan de que «unos ocho días después de estos discursos» (Lc 9,28) Jesús toma consigo a Pedro, Juan y Santiago y sube al monte a orar.
Nos centramos precisamente en estas primeras palabras: unos ocho días después de estos discursos.
Lucas no dice que la transfiguración tenga lugar unos ocho días después de ciertos hechos, de ciertos acontecimientos, sino ocho días después de ciertos discursos.
¿De qué discursos estamos hablando?
Los discursos en cuestión se relatan inmediatamente antes (Lc 9,18-27), y son discursos relativos a la profesión de fe de Pedro y al primer anuncio de la pasión y resurrección por parte de Jesús.
Esta es la primera clave del relato que escuchamos hoy. El evangelista Lucas quiere decirnos que la experiencia de belleza y luz que viven Jesús y sus discípulos en la montaña tiene un vínculo inseparable con el discurso de la cruz y el amor.
Hay un vínculo misterioso entre el dolor y la belleza de la vida: quien pasa por la experiencia de la cruz sin huir, sin maldecir, sale transformado y como nuevo. Se convierte en otra cosa. Lucas, de hecho, no habla de transfiguración, sino que dice que el rostro de Jesús cambió de aspecto, literalmente "se hizo otro" (Lc 9,29).
La referencia a la Pascua es clara. En efecto, es ante todo el discurso pascual el que es "otro". "Otro" con respecto a la lógica del mundo marcada por el pecado y todos sus parásitos, como la voluntad de poseer, de dominar, de oprimir. La lógica de la cruz es otra, y es una lógica de vida entregada, ofrecida.
Quien entra en este "éxodo" se hace otro, diferente, se llena de luz y de vida.
Este "éxodo" es también el tema de las conversaciones que Jesús sigue manteniendo con Moisés y Elías, que aparecen en escena en la montaña ("Moisés y Elías aparecieron en la gloria y hablaron de su éxodo, que estaba a punto de cumplirse en Jerusalén" - Lc 9,31). Jesús había hablado de su éxodo con sus discípulos unos ocho días antes. Y continua haciendo lo mismo con Elías y Moisés.
Son los dos personajes de la historia de la salvación que vivieron en las alturas de montaña, y ambos experimentaron su propio éxodo personal, un éxodo que les llevó a una experiencia personal, un encuentro con Dios. Ahora son testigos del éxodo de Jesús, que está a punto de cumplirse (Lc 9,31).
No sucede lo mismo con los discípulos, que no hablan con Jesús sobre su éxodo, sino que, por el contrario, cada vez que Jesús vuelve a hablarles sobre ello, cada vez lo entienden menos. En la montaña, de hecho, a los discípulos les vence el sueño ("Pedro y sus compañeros estaban vencidos por el sueño" - Lc 9,32).
El sueño es también un elemento bíblico recurrente. Cada vez que Dios se revela, el hombre lucha por mantenerse en pie ante el esplendor de su gloria, y a menudo duerme. Adán duerme cuando Dios crea a la mujer (Gn 2,21). Abraham duerme cuando el Señor hace una alianza con él (Gn 15,12).
Duermen porque la acción de Dios sigue siendo un tanto misteriosa, y el hombre no puede verla en su plenitud, y mucho menos poseerla.
Lo importante, sin embargo, es no pensar que uno puede detenerse allí, en esa montaña, en ese sueño. Pedro quisiera hacer tres cabañas y quedarse allí, pero no sabe lo que dice ("Maestro, es bueno que estemos aquí. Hagamos tres cabañas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías" - Lc 9,33).
La Biblia dice claramente que no es posible ver a Dios cara a cara. No se le conoce de frente, sino en el camino, por detrás, cuando ha abierto el camino ("veréis mi espalda, pero mi rostro no se puede ver" - Ex. 33,23). Por tanto, uno no puede detenerse en la montaña, para dormir. Hay que bajar y seguirlo por su propio camino.
Es posible conocerle, verle, revestirse de su propia luz de gloria, a condición de seguirlo dondequiera que vaya, de seguirlo en su éxodo, así como, unos ocho días antes, Jesús habló a sus discípulos, diciéndoles que quien quiera venir en pos de Él debe tomar su cruz y seguirlo («Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga» - Lc 9, 23).
+Pierbattista
Traducción de la Oficina de Medios del Patriarcado Latino