"Unidad no es sinónimo de uniformidad, sino de compartir un mismo estado de ánimo y una misma creencia"
Girmay, de Jerusalén
Para mí, la unidad de los cristianos consiste en que se amen unos a los otros como Dios nos ama, para que así puedan proclamar la Buena Nueva al mundo. El deseo de Dios es vernos unidos, no divididos. Jesús oró así por todos los fieles, "para que todos sean uno" (Jn 17,21).
Sin embargo, a pesar de esto, los cristianos parecen ser una de las comunidades más divididas del mundo. Las diferencias doctrinales y las disputas entre nosotros tienen un gran impacto negativo en la fe de algunos. A veces confunden tanto a los no creyentes como a los creyentes, y puede ser una de las razones de la pérdida de fe de estos últimos.
Sin embargo, un cristiano es también ante todo alguien que cree en la obra redentora de Jesucristo a través de sus actos y de su misterio pascual. Un cristiano no es solo alguien que asiste a la iglesia con frecuencia, sino también alguien cuyo comportamiento y corazón reflejan a Jesucristo, a través de la gracia y la misericordia que otorga a los demás.
Unidad no es sinónimo de uniformidad sino de compartir un mismo estado de ánimo y una misma creencia. Eso es estar realmente "unidos". La unidad es por lo que Jesús oró, y Él dice que será nuestro mayor testimonio para el mundo. Como dice san Pedro: "Por último, estad todos animados por los mismos pensamientos y los mismos sentimientos, llenos de amor fraterno, de compasión, de humildad". (1Pe 3, 8).
Hoy, por tanto, creo que es fundamental hacer de esta unidad de los cristianos una prioridad. El mundo se ha aprovechado de nuestras divisiones y muchos, por esta aparente falta de unidad, han abandonado su práctica religiosa o han perdido interés en ella. Necesitamos poner más énfasis en el diálogo ecuménico, dejar de dividirnos en múltiples ramas. Esforcémonos por lograr la plena comunión entre los creyentes en Cristo. Si no llegamos todos a una unidad de fe, será difícil conocer la verdad y entender la Palabra de Dios. El Señor se complacerá cuando lo adoremos y lo alabemos en unidad, sin importar nuestra denominación. Bien lo cantan los Salmos: "¡Mirad cuán bueno y agradable es que los hermanos vivan juntos!" (Sal 133).
Que el Señor nos ayude a alcanzar la plena comunión como verdaderos cristianos, permitiéndonos un día encontrarnos en la misma mesa eucarística.