Meditación de S. B. Mon. Pierbattista Pizzaballa: XVI Domingo del Tiempo Ordinario, año C

By: Pierbattista Pizzaballa - Published: July 14 Thu, 2022

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17 de julio de 2022

XVI Domingo del Tiempo Ordinario, año C

Lucas 10, 38-42

En la Biblia, es difícil encontrar una pareja de hermanos que no tengan una relación difícil y conflictiva.

Hay hermosas relaciones de amistad (cf. David y Jonatán), fuertes lazos padre-hijo, marido-esposa, incluso un ejemplo de relación exitosa entre suegra y nuera (cf. el libro de Rut).

Por el contrario, el vínculo entre hermanos parece estar marcado desde el principio por una cierta violencia (cf. Caín-Abel), y toda la historia posterior no hace sino confirmar este hecho.

El Evangelio de hoy nos habla de un par de hermanas que no se salvan de lidiar con esta dinámica. Jesús entra en una casa, dos hermanas le dan la bienvenida, una se sienta a escucharle, la otra hace las tareas de la casa, y luego se queja a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para hacer el servicio? Dile que me ayude". (Lc 10,40)

Ayudémonos de otros dos episodios del Evangelio para entrar en esta Palabra.

La primera la relata Lucas, dos capítulos después de este episodio de Betania, cuando un hombre se acerca a Jesús y le pide que actúe como árbitro entre él y su hermano (Lc 12,13-21). Y lo hace con palabras muy parecidas a las de Marta: "De entre la multitud, alguien le pidió a Jesús: 'Maestro, dile a mi hermano que comparta nuestra herencia conmigo'" (Lc 12,13). Se trata de dos pasajes con muchos elementos en común: en ambos, hay dos parejas de hermanos; en ambos, se pide a Jesús que actúe como árbitro (con exactamente las mismas palabras: "dile a mi hermano", "dile a mi hermana"), y ambos terminan con algo que les será o no arrebatado: María ha elegido la mejor parte, que no le será arrebatada; y al hermano que reclama su parte de la herencia, Jesús le cuenta la parábola del rico insensato, al que, después de mucho acumular (que recuerda todo lo hecho por Marta), se le exige la vida (se la quita).

El segundo es un momento de tormenta en medio del lago. Los discípulos temen por sus vidas, pero Jesús está durmiendo en un cojín en la popa. “Los discípulos le despiertan y le dicen: Maestro, estamos perdidos; ¿no te importa que muramos? “ (Mc 4,38)

En las palabras de Marta resuena la misma expresión: "¿Te importa?

Es como si el problema de Marta no fuera tanto que la dejaran sola para servir, sino que no le importara a Jesús.

Tal vez en estas llamadas se esconden algunos nudos que complican la vida de los hermanos (y hermanas).

El problema es que los hermanos, por naturaleza, están llamados a compartir una serie de cosas entre sí: el espacio en la casa, el afecto paterno, los derechos y deberes, incluso la herencia del padre... ("Dile a mi hermano que comparta nuestra herencia conmigo").

Y en este punto, podemos discutir, discutimos la forma más justa de compartir las cosas, lo que pertenece a uno o a otro.

Es un problema compartir los derechos, los bienes, pero quizá lo sea aún más compartir los deberes: ¿a quién le corresponde hacerlo? Este es el problema de Martha: "Dile que me ayude"

Porque mi deber, como el derecho de la otra persona, representa a mis ojos algo que se me quita, una parte de la vida a la que tengo que renunciar para que la otra persona pueda disfrutarla... Como si la vida no fuera suficiente para todos.

Y cada vez que nos quitan algo (o parece que lo hacen), aunque sea un poco, se convierte en una experiencia dramática para nosotros, porque en cierto modo nos recuerda ese último momento en el que nos quitarán todo, nos quitarán la vida. Nos recuerda que somos mortales, y ese es el drama de la vida.

Esa es la tragedia para el rico loco, que acumula muchas cosas, esperando que éstas le aseguren la vida. Pero la vida no está ahí.

Así que acoger la presencia del hermano, sus necesidades, nunca es fácil, puede dar lugar a preguntas (¿lo que tenemos será suficiente para los dos?), e incluso a algunas dudas (¿no se beneficiará el otro, no tomará también mi parte?   ¿No llevará entonces la vida del otro a mi muerte?).

El vínculo con el hermano nos acerca a la vida, y a la muerte; y, en particular, al miedo a la muerte, al miedo de que el otro sea una amenaza para mi vida.

Así, cuando el hermano es percibido como una amenaza, la única solución es eliminarlo.... Esta es la solución de Caín, y de otros después de él, y es la tentación de muchos, sino de todos, tarde o temprano....

La grandeza de Marta (a diferencia de Caín) fue su capacidad para hablar de este drama directamente con Jesús. Este es un primer paso en la evangelización de este vínculo.

Todo vínculo fraterno (ya sea entre hermanos, entre clanes, entre etnias, entre pueblos, entre naciones...) necesita ser evangelizado, de lo contrario vive del miedo al otro.

Evangelizado, es decir, devuelto a lo esencial, a lo que María eligió.

¿Pero qué eligió María?

María simplemente eligió creer, como Abraham en la primera lectura; creer que cuando Dios viene, no viene a quitar la vida, sino a darla, y que esta vida es suficiente para todos.

La vida que Dios da es suficiente para todos, precisamente porque ha vencido a la muerte, y por eso no puede ser quitada.

María eligió esta vida, en una actitud de plena libertad propia de quienes están seguros de que el Señor cuida de nuestras vidas. No es necesario hacer nada por Él, sino sólo sentarse y acogerlo.

Es una actitud que proviene de la escucha, de sentarse a los pies del Maestro, y que nos libera de una dinámica fraterna basada sólo en derechos y deberes, en lo que es correcto, en lo que me corresponde, en comparaciones y oposiciones.

Y como esta esencia no se puede quitar, María no necesita ganar y no tiene miedo a perder.

Por eso, en Juan 12, María hace un gesto en el que lo pierde todo, sin miedo; en el que derrocha, en el que saca la vida a manos llenas y la regala. Un gesto que habla de la liberación del miedo a la muerte...

Un gesto de amor verdadero sólo es posible cuando se ha superado el miedo a la muerte.

Entonces, ¿qué le pide Jesús a Marta? Que no se desentienda de sus tareas domésticas, ni se distraiga con las muchas cosas que tiene que hacer. No le pide que haga las cosas sin quejarse, no le pide que se sacrifique por los demás.

Le dice que si le escucha, convertirá su muerte en vida, como hizo con su hermana María, como hará con su hermano Lázaro.

Y que esta es la única manera de encontrar a sus hermanos.

 

+Pierbattista