Meditation de S.B. Mons. Pizzaballa: Ascensión del Señor, año A

By: Pierbattista Pizzaballa - Published: May 15 Mon, 2023

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18 de mayo de 2023

Ascensión del Señor, año A

Mt 28, 16-20

 

El evangelista Mateo nos trae la narración de la Ascensión del Señor resucitado, y concluye su evangelio con los versículos que hemos escuchado hoy.

En lugar de destacar la partida de Jesús, Mateo por el contrario, subraya su presencia definitiva entre sus discípulos, en la Iglesia naciente. Ninguno de los verbos a los que Jesús está sujeto habla de partida, de desapego. Por el contrario, todas las acciones del Resucitado hablan de relación, de cercanía de Jesús hacia sus discípulos.

La primera acción de Jesús es acercarse ("Jesús se acercó a ellos" Mt 28, 18). Jesús se acerca y parece querer colmar la distancia que los días de pasión habían creado entre él y los discípulos. La segunda acción es hablar, hablar con ellos ("y les habló así" Mt. 28,18), concluyendo su discurso con el versículo 20, que es una promesa de relación que no tendrá fin: "Y he aquí, yo soy estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo".

Nos detendremos un momento en las palabras de Jesús que, aparentemente, parecen extrañas. Porque Jesús dice que se le ha dado todo el poder, en el cielo y en la tierra; y por lo tanto los discípulos deben y pueden irse a anunciar la salvación a todas las naciones: Jesús ha recibido todo el poder, por lo tanto, los discípulos deben partir. ¿Qué significa eso?

En primer lugar, nos dice que el poder de Jesús es un poder que ha pasado por la cruz.

Nos viene a la mente el episodio narrado en Mateo 20, 20-28. La madre de Santiago y Juan se postra ante Jesús (tal como lo hacen los discípulos en el pasaje de hoy), para pedirle que dé poder a sus hijos. Y Jesús le recuerda a ella, y a sus hijos, que su poder debe pasar a través de un cáliz amargo, que debe beberse hasta el final ("¿Pueden beber la copa que yo voy a beber?" Mt 20,22).

Ahora que Jesús ha bebido todo el cáliz -el evangelista Mateo en el relato de Getsemaní habla varias veces del cáliz que Jesús acepta beber para cumplir la voluntad del Padre (Mt 26, 39.42)- puede recibir del Padre todo poder en el cielo y en la tierra.

El poder sobre los hombres después del pecado, era prerrogativa de la muerte: era ella la que tenía poder sobre ellos, los mantenía prisioneros. Ahora Jesús ha derrotado a este enemigo, ha arrebatado a los hombres de su influencia, los ha devuelto a la vida.

La declaración de Jesús también nos dice que los discípulos no tienen otro poder más que este, y que solo por esta victoria de Jesús sobre la muerte, pueden partir a anunciar la salvación. De lo contrario, no tendrían nada que decir y dar a nadie. En su misión a todas las naciones, no tienen nada más que dar que lo que el Señor Jesús recibió del Padre gracias a la Pascua. No hacen otra cosa, no hacen algo nuevo, no tienen que inventar nada, simplemente participan de la misión de su Señor, que Él ya llevó a cumplimiento para todos.

Todo el relato de los Hechos de los Apóstoles mostrará esta verdad: la Iglesia hace las mismas obras de Jesús entre los pueblos, repite sus palabras, tal cual como el Espíritu le da el poder de recordar y actuar.

Una última nota. Dijimos que los discípulos participan en la misión de su Señor, continúan su obra. Por lo tanto, hay una continuidad profunda, pero también una novedad evidente, pues si antes de Pascua, la obra de Jesús estaba destinada solo a Israel, (cf. la mujer cananea en Mt 15,21-28 y el envío de los discípulos, a las "ovejas perdidas de la casa de Israel", con el mandato de no vayas entre los paganos en Mt 10,5-6), aquí la misión es para todos los pueblos ("Vayan pues, y hagan discípulos a todos los pueblos" Mt 28,19). La victoria sobre la muerte es una victoria que Jesús logró para toda la humanidad, no solo para algunos. La misión de la Iglesia es llevar a todos lo que Jesús le dio a los suyos, cumpliendo así una vocación no solo misionera sino universal: no hay nación y no hay cultura que no esté llamada a recibir la buena nueva del poder de Cristo, aquel de dar vida eterna a todos los que creen.

+Pierbattista