Jerusalén, 8 de octubre de 2025 — En una emotiva celebración marcada por la unidad en Cristo y la diversidad de lenguas y carismas, la Iglesia de Jerusalén conmemoró el Jubileo de la Vida Consagrada con una solemne celebración Eucarística en la Capilla de Nuestra Señora de Jerusalén en Notre Dame, presidida por Su Beatitud el Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén.
La Misa, celebrada en el marco de las celebraciones del Año Jubilar Global 2025, reunió a hombres y mujeres consagrados de toda Tierra Santa. Concelebraron con el Patriarca Mons. William Shomali, Vicario General del Patriarcado Latino; Mons. Rafiq Nahra, Vicario Patriarcal para Galilea; Mons. Giacinto-Boulos Marcuzzo; y el P. Matthew Marcel Coutinho, Vicario Patriarcal para Migrantes y Solicitantes de Asilo.
Mientras el Himno Jubilar de la Esperanza resonaba en la capilla, entró la procesión del clero, encabezada por la Cruz de Cristo — "nuestra ancla de esperanza y el corazón de la vida consagrada". La asamblea, compuesta por hombres y mujeres de diversas congregaciones religiosas, reflejaba la imagen de la primera Iglesia en Pentecostés: una comunidad unida en Cristo a través de lenguas, culturas y pueblos.
Una Vocación de Presencia
En su homilía, el Cardenal Pizzaballa reflexionó sobre el profundo significado de la vida consagrada en Jerusalén, describiéndola como "una vocación no de poder, sino de presencia".
"Estamos aquí, por limitados que seamos, para traer la presencia de Jesús dondequiera que estemos, y para vivir como testigos de Su amor", dijo, señalando que los religiosos y religiosas están presentes "en cada dimensión de la vida de este país: en las escuelas, hospitales, parroquias y entre los pobres".
A pesar de las divisiones y heridas que continúan marcando la tierra, el Patriarca recordó a la asamblea que "el Espíritu Santo sigue obrando".
"Jesucristo sigue siendo Aquel que nos une", continuó, "llamándonos a ser proactivos en la enseñanza, el servicio, la oración y la contemplación en medio de la realidad de nuestras vidas y las heridas de este país".
La Fidelidad y la Misericordia de Dios
Basándose en la historia del profeta Jonás, el Cardenal habló de la misericordia eterna de Dios, incluso cuando falla la comprensión humana.
"Incluso cuando resistimos a los caminos de Dios o no logramos comprender Su lógica, Dios permanece firme en Su misericordia", dijo. "Él es fiel incluso cuando nosotros no lo somos, devolviéndonos a la vida como lo hizo con Jonás, asegurándose suavemente que Su voluntad se cumpla en la vida de quienes le han dicho sí."
Destacó que la vida consagrada es, ante todo "una alianza de amor con Jesús", y no un mero papel institucional.
"Todo lo que hacemos, ya sea en hospitales o entre los pobres, es por el profundo amor a Dios y a Su pueblo", afirmó.
El Amor Como Medida en cada Elección
En el corazón de la homilía había un recordatorio de que el amor debe guiar cada elección:
"El amor es lo que determina nuestras elecciones, no los medios, no la justicia, sino el amor por Jesús. Todo debe ser consistente con el amor que ha conquistado nuestras vidas".
En un mundo marcado por la desconfianza y el odio, animo a los presentes "a seguir amando, confiando y construyendo, no porque siempre entendamos, sino porque hemos sido amados".
Esperanza y Sanación en la Nueva Jerusalén
Refiriéndose al Libro del Apocalipsis, el Cardenal Pizzaballa invitó a todas las personas consagradas a entregarse por completo a Cristo:
"En la Nueva Jerusalén, imagen de la Iglesia, no hay necesidad de un templo, porque el Cordero es la luz del mundo. Estamos llamados a ser la luz, no porque seamos maravillosos, sino porque hemos tocado al Cordero. El Cordero es suficiente; Él es nuestra luz. Abramos las puertas de nuestros corazones y mantengamos viva la Palabra de Dios en nuestras comunidades."
Concluyó con una renovada llamada a todas las personas consagradas a seguir encarnando la luz de Cristo en un mundo a menudo oscurecido por la desconfianza y el sufrimiento.
"La sanación", dijo el cardenal Pizzaballa, "llega a través de la unidad, la compasión y el valor de inclinarse ante las heridas de los demás. Esto no es imposible — esta es nuestra vocación".
Durante el encuentro, se rindió un homenaje especial a las comunidades religiosas que han permanecido junto al pueblo de Gaza en tiempos de guerra y dificultades, honrando su firme presencia al servicio de la Iglesia en medio del sufrimiento.
Un Tiempo de Reflexión y Misión
Después de la Misa, el Cardenal Pizzaballa dirigió una reunión especial bajo el lema:
"Dar testimonio como hombres y mujeres religiosos en Tierra Santa hoy: Desafíos y Oportunidades". El encuentro brindó un espacio para la reflexión sobre la misión de la vida consagrada en medio de las complejas realidades de la región, renovando el compromiso colectivo con la paz, la resiliencia y la esperanza.