El 1 de noviembre de 2025, Fiesta de Todos los Santos, cientos de fieles de toda Tierra Santa se congregaron en Belén para Peregrinar por la Paz, peregrinación organizada por los Movimientos Eclesiales y las Nuevas Comunidades de Tierra Santa. Celebrada en el marco del Jubileo de la Esperanza, fue un símbolo visible de unidad y renovación en una tierra que anhela la paz.
Caminando juntos por la paz y la esperanza
La jornada comenzó en el Centro de Acción Católica de Belén, donde los participantes de Nazaret, Galilea, Jerusalén y la gobernación de Belén iniciaron una procesión por las estrechas calles de la ciudad vieja. Con rosarios en la mano e himnos en los labios, se dirigieron hacia la Gruta de la Leche, deteniéndose para compartir testimonios de vida y oraciones que reavivaron la esperanza entre la multitud. El recorrido continuó hacia la Basílica de la Natividad, donde Su Beatitud el Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén, presidió la celebración eucarística final.
"Hoy fue un día muy especial para mí, al caminar juntos por estas estrechas calles de Belén, proclamando nuestra fe en voz alta", compartió un peregrino de Nazaret. "Pudimos llevar un espíritu de esperanza y alegría a otros en esta ciudad."

Antes de la Misa, los peregrinos fueron invitados a un momento de Adoración Eucarística, y muchos recibieron el Sacramento de la Reconciliación, con obispos y sacerdotes de toda la Diócesis presentes para escuchar confesiones.
La Misa fue concelebrada por Mons. William Shomali, Vicario General; Mons. Rafiq Nahra, Vicario Patriarcal en Galilea; Mons. Bolous Marcuzzo y Mons. Ilario Antoniazzi; así como el P. Raphel, nuevo párroco de Belén, y muchos otros sacerdotes de toda la Diócesis. Entre los asistentes se encontraban representantes de los consulados francés e italiano, así como del municipio de Belén.
Una llamada a comenzar de nuevo
En su homilía, el Cardenal Pizzaballa expresó, en primer lugar, su alegría al ver la colaboración entre varios movimientos en la Diócesis, encarnando la Sinodalidad, calificándola como "una hermosa señal de pertenencia a la Iglesia".
Mientras reflexionaba sobre la primera lectura del Libro del Apocalipsis — "No dañen la tierra, ni el mar, ni los árboles hasta que pongamos el sello en la frente de los siervos de nuestro Dios" — el Patriarca habló de la presencia de los hijos de Dios en este mundo como "aquellos que impiden la devastación total". Observando que, aunque soportan mucho sufrimiento, su presencia impide mucho del mismo.
"La presencia de los hijos de Dios en el mundo detiene la destrucción", dijo. "Están sellados, pertenecen a Dios. Sus vestiduras están lavadas en la sangre del Cordero, que es un signo del misterio de Pascua, que significa: dar la vida por amor a Dios". A partir de ahí, invitó a los fieles a vivir el Evangelio de las bienaventuranzas, que se centra en vivir no para uno mismo sino para los demás: "En nuestra tierra y nuestro tiempo, necesitamos hijos de Dios dispuestos a detener la devastación que vemos a nuestro alrededor, a ofrecer sus vidas por amor a los demás. No debemos caer en la tentación de buscar resultados. Dios mismo es nuestra salvación. A veces, puede que no veamos los frutos de lo que estamos sembrando, pero lo que nos mueve es el deseo de comunicar la gracia que hemos recibido... ¡como los santos que nos precedieron!".

Recordó a los fieles que los santos, cuya fiesta se celebraba ese día, no eran perfectos ni estaban libres de sufrimiento, sino personas que ofrecieron sus vidas al servicio de la Iglesia y del mundo.
"Los santos no vivieron para sí mismos", continuó. "Ofrecieron sus vidas haciendo el bien a los demás, a menudo pagando un alto precio por ello. Son como nosotros: personas comunes que han experimentado el misterio de la salvación y queremos compartirlo ".
Dirigiéndose a los nuevos movimientos y comunidades, el Cardenal Pizzaballa los animó a vivir su misión en unidad con la Iglesia. "Nos ayudan a mirar más allá de nuestros propios límites, del encierro en uno mismo, que, a menudo, caracteriza la cultura de esta tierra. El
Espíritu Santo inspira nuevas realidades a través de vosotros", dijo. "Pero recordad siempre de caminar juntos en unidad con la Iglesia. Nuestro punto de partida es Jesucristo y nuestro destino es Jesucristo".
Concluyó invitando a los fieles a abrazar el Jubileo como un momento de renovación y valentía: "Hoy, al celebrar el Jubileo, estamos invitados a comenzar de nuevo, ya que cada Jubileo marca un nuevo comienzo en la vida de la Iglesia, llamándonos a vivir como hijos de Dios, no solo para detener la devastación que nos rodea, sino también para ayudar a construir el Reino de Dios".
"Nuestra vida es una peregrinación"
Para muchos, la peregrinación fue más que un momento de oración, fue un encuentro.
Anne Marie, miembro del Movimiento Regnum Christi de Francia que ayudó a organizar la jornada, lo describió como "un momento de consuelo y esperanza".
"Nuestra vida es una peregrinación", le dijo a la Oficina de Medios de Comunicación. "Seguimos a Jesús en este camino terrenal para encontrarnos con Él en la eternidad. Recorriendo el mismo camino que María y José una vez tomaron para traer a Cristo al mundo, también nosotros llevamos la esperanza de Cristo al mundo, una esperanza que aún no se ve, pero que está viva".

Añadió que muchos residentes locales que presenciaron la procesión quedaron conmovidos por los himnos alegres y las oraciones que resonaban por las calles de Belén.
"Hace mucho tiempo que la Ciudad Vieja no veía tanta gente. Los peregrinos del extranjero no han podido venir durante dos años, pero hoy trajimos de vuelta un destello de ese espíritu. Gracias a Dios".
La jornada concluyó con gratitud — por la colaboración del párroco, los Scouts que acompañaron la procesión y Acción Católica que abrió sus puertas a los participantes.
Esta peregrinación, nacida de una sencilla idea entre los diez diferentes Movimientos Eclesiales y nuevos Movimientos — abrir su encuentro anual a todos durante el año jubilar — se convirtió en un testimonio vivo de unidad y renovación. Diez movimientos diferentes y nuevas comunidades estuvieron representados, cada uno aportando su propio carisma, color y vitalidad a la vida de la Iglesia en Tierra Santa.
En el corazón de Belén, en este Jubileo de Esperanza, esa vida fue vista, cantada y compartida una vez más.




