El sábado 29 de noviembre de 2025, Su Beatitud el Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén, presidió la Misa anual en honor al compromiso y la labor caritativa de la Sociedad de San Vicente de Paúl en Jerusalén. Concelebraron con él Mons. William Shomali, Vicario General, Mons. Boulos Marcuzzo y el P. Rami Assakrieh, Párroco de Jerusalén.
Entre los asistentes se encontraban el Arzobispo Atallah Hanna, Arzobispo Ortodoxo Griego de Sebastia, el Sr. Elias Tams, Presidente de la Sociedad de San Vicente de Paúl, los miembros de la Sociedad, el Sr. Joseph Hazboun, Director de la Misión Pontificia en Jerusalén, así como muchos fieles y el grupo de Scouts Árabes Católicos.
En su homilía, Su Beatitud reflexionó sobre la larga y profundamente arraigada presencia de la Sociedad San Vicente dentro de la comunidad cristiana de Tierra Santa, especialmente en Jerusalén. Subrayó que, si bien los cristianos profesan la creencia en el regreso de Cristo, las preocupaciones cotidianas, el trabajo, la familia, los ingresos y las exigencias de la vida, a menudo nos distraen de la gran verdad espiritual de que un día nos encontraremos ante Jesús. En ese día, señaló, se revelará la verdad de cómo vivimos nuestra vida terrenal. Por esta razón, los cristianos estamos llamados a vivir en actitud de esperanza para que Su venida no pase desapercibida.
Hablando de la vigilancia cristiana, el Patriarca la describió no como una anticipación temerosa, sino como la espera ansiosa de un amante por el ser amado: "La vigilancia es la capacidad de ver salir el sol", dijo, "no como un soldado que hace guardia con miedo. Esta lectura del Evangelio no habla de señales apocalípticas aterradoras, sino de Cristo que viene a nosotros en la sencillez de la vida cotidiana. Cuando esperas a alguien que amas, todo tu ser está alerta a cada señal de su llegada". Invitó a los fieles a cultivar momentos de pausa y silencio interior, a reconocer la presencia de Cristo en la vida cotidiana en lugar de ser consumidos por la rutina y las exigencias de la vida.
Este tiempo de espera, destacó, no es pasivo. Basándose en el Evangelio, recordó las palabras de Jesús sobre servirle en los
"pequeños": "Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis…" (Mt 25:35). Esta, dijo, es precisamente la misión de la Sociedad de San Vicente: "No es mera filantropía. Muchas organizaciones realizan obras de caridad, pero vuestro servicio está arraigado en el espíritu cristiano, reconociendo en cada persona la presencia de Jesús. Hacer el bien a quienes nos rodean es cómo llenamos nuestro tiempo de espera de la venida del Señor. Comemos, bebemos, nos alegramos, pero también compartimos estas alegrías con los demás. Esta es nuestra manera de prepararnos para el regreso de Cristo".
Fundada en 1833 en Francia, la Sociedad de San Vicente de Paúl extendió su misión a Jerusalén en 1851, sirviendo a los necesitados con un espíritu distintivamente cristiano y vicentino. Apoyada por el Patriarcado Latino, la Sociedad asiste a tres grupos principales: jóvenes que no han completado su educación, ancianos sin ingresos y cristianos marginados. A través de programas sociales, educativos y de formación, proporciona mejores oportunidades a los jóvenes que buscan empleo en Jerusalén y ayuda a reducir las cargas que afrontan las familias. Su misión sigue firmemente anclada en vivir el Evangelio, continuando cuatro siglos de espiritualidad vicentina al servicio de los pobres y los vulnerables.

