En el Seminario Redemptoris Mater en Galilea, la Iglesia en Tierra Santa se regocijó cuando cuatro jóvenes —David Sotgiu (Italia), Adolfo Rene de León Salguero (Guatemala), Francisco Hurtado Cárdenas (Colombia) y José Pablo Morera Mesén (Costa Rica)— fueron ordenados diáconos el 9 de noviembre de 2025 por Su Beatitud el Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén.
La solemne celebración, concelebrada por Mons. Rafiq Nahra, Vicario Patriarcal en Galilea, y el P. Juan Manuel Silva López, Rector del Seminario, reunió a numerosos sacerdotes del Camino Neocatecumenal, junto con familias, amigos y fieles —muchos de los cuales se unieron en oración en línea.
Mientras los cuatro candidatos se arrodillaban para profesar sus promesas de celibato, oración y obediencia, la emoción llenó la Iglesia del seminario. Lágrimas de gratitud marcaron el momento de su investidura al volverse hacia la congregación, rostros radiantes de alegría. Fue a la vez un final como un comienzo —el inicio de su servicio como diáconos en la Diócesis de Tierra Santa, convirtiéndose en canales del agua viva que fluye del corazón de Dios hacia Su pueblo.
Recordando las palabras del Cardenal Pizzaballa sobre la lectura de Ezequiel, están llamados a ser ese río de vida que atraviesa aguas saladas y áridas, pero que trae consigo la presencia de Dios, transformando la desolación en un lugar fértil.
Provienen de diferentes países y culturas, sin embargo, sus historias comparten un único hilo —el descubrimiento de la misericordia de Dios y el deseo de ofrecerle sus vidas por completo.

"La Misericordia de Dios Me Encontró" - Diácono Francisco Hurtado (Colombia)
Francisco sintió por primera vez la llamada de Dios durante su último año de escuela, aunque intentó ignorarlo en la búsqueda de lo que él llamaba "una vida normal". Dejó Colombia para ir a Polonia, persiguiendo una carrera musical y buscando alejarse del dolor de presenciar la pobreza en su tierra natal. Pero lejos de su hogar y de la Iglesia, encontró su vida "vacía de significado".
"Pronto me di cuenta de que no era feliz persiguiendo otras ambiciones", dijo. "Al escuchar la catequesis del Camino Neocatecumenal, descubrí que Dios me amaba y podía perdonar todos mis pecados. Eso lo cambió todo".
Durante su estancia con una familia católica en Polonia, experimentó una calidez y alegría que lo conmovió profundamente. "Dios me mostró lo que era la verdadera felicidad — era Su presencia en ellos", recordó. "Fue entonces cuando entendí que me quería para algo más grande".
Al regresar a Colombia, Francisco entró al seminario. Ahora, recién ordenado, desea llevar esperanza a los demás:
"Hay esperanza para quienes han conocido la amargura del pecado. Por eso, quiero llevar esperanza a quienes la han perdido en Dios y en sí mismos. Por Su gracia, rezo para dar mi vida por completo a Él y a Su pueblo".
"El Señor Me Acompaña" - Diácono David Sotgiu (Italia)
Para David, la llamada de Dios comenzó silenciosamente a los 14 años, impulsado por sus padres y su comunidad. Ingresó al seminario a los 26.
"Entré al Camino gracias a mis padres", dijo. "Dentro de la comunidad, llegué a experimentar el amor de Dios y a comprender que es Él quien guía mi vida".
Durante un período de lucha personal, David se ofreció como voluntario en la Domus Galilaeae — una experiencia que confirmó su vocación.
"Fue allí, a través del trabajo y la oración, que sentí la llamada del Señor al sacerdocio".
Expresó profunda gratitud por quienes lo guiaron en el camino:
"Estoy agradecido a mis formadores y catequistas por su paciencia y dedicación. Lo que guardo en mi corazón de estos años, y de las palabras de Su Beatitud, es la certeza de que no estaré solo en mi ministerio. El Señor me acompaña y nunca me abandona — y la Iglesia, como una madre amorosa, vela por mí".
"La Buena Noticia de un Padre que Ama" - Diácono José Pablo Morera (Costa Rica)
Antes de ingresar en el seminario, José Pablo trabajaba en un banco estatal y tenía su vida cuidadosamente planeada. "Vivía lejos de Dios", dijo. "No creía que fuera un Padre — y mucho menos un buen Padre".
A través de su comunidad Neocatecumenal, conoció a un Dios personal y amoroso. Esa experiencia se profundizó en la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro (2013).
"Allí, entre millones de jóvenes, comprendí que Dios me llamaba a entregar mi vida a la Iglesia".
Ahora, recién ordenado, José Pablo se siente llamado a compartir el mismo amor que una vez descubrió:
"Quiero llevar la Buena Noticia de que Dios ama a cada persona — con un amor desmedido. Este mensaje salvó mi vida. Ahora estoy llamado a compartirlo libremente, con mi vida y donde Él lo quiera. Pero sé que no puedo hacerlo solo. Necesito la gracia de Dios y el apoyo de una comunidad que me sostenga en oración".
"Servir a la Comunidad con Amor" - Diácono Adolfo de León (Guatemala)
Para Adolfo, la semilla de la vocación se sembró desde pequeño en las oraciones dominicales de su familia.
"Creo que mi vocación comenzó durante nuestra oración familiar de Laudes cada domingo", compartió. "Mi padre siempre le pedía a Dios que su voluntad se hiciera en cada uno de sus cuatro hijos, y si era Su voluntad llamar a uno de nosotros al sacerdocio, que así fuera. Por eso, la idea del sacerdocio siempre estuvo presente en mi vida".
Aunque sintió la llamada con fuerza a los 14 años, el ruido del mundo se hizo más fuerte.
"De adolescente, me sentía atraído por las ambiciones mundanas e intentaba olvidar la llamada de Dios", dijo. "Aunque tenía un pie en el mundo, viviendo como un ateo práctico, buscando éxito profesional como ingeniero, la llama de esa vocación nunca se extinguió".
A los 24 años, después de años de búsqueda y vacío interior, se entregó a la voluntad de Dios e ingresó al seminario. Mirando hacia adelante, su oración es sencilla:
"Le pido al Señor que me dé siempre amor por la comunidad que me confía, y la fortaleza para servirla sin reservas".

Una Misión Compartida
Cuatro hombres, cuatro historias —unidos por el mismo encuentro con la misericordia de Dios. Su camino nos recuerda que la vocación no es una huida del mundo, sino una llamada a transformarlo con amor, apoyados por las familias y comunidades que nos ayudan a discernir la voluntad de Dios.
Desde Colombia hasta Costa Rica, desde Italia hasta Guatemala, sus caminos convergen en Tierra Santa, donde ahora comienzan su ministerio como diáconos y continúan su camino hacia el sacerdocio.




