Mensaje de la Procesión de Ramos
Jerusalén, 13 de abril de 2025
«¡Hosanna al Hijo de David! Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en las alturas». (Mt 21,9)
Queridos hermanos,
¡Que el Señor os dé la paz!
Saludo cordialmente a todos los aquí presentes, a los fieles de nuestra Diócesis, a los pocos peregrinos presentes. También envío un cálido saludo a aquellos que no están aquí con nosotros físicamente, pero están unidos a nosotros en la oración. Hoy toda nuestra Diócesis, la Iglesia de Jerusalén, está unida a nosotros y reza con nosotros. Desde Gaza hasta Nazaret; desde Belén hasta Jenín. Toda Jordania y Chipre rezan con nosotros y han entrado idealmente con nosotros en la Ciudad Santa, Jerusalén. Y os saludo en particular a vosotros, los cristianos de Jerusalén, por este día que os está dedicado, que es ante todo vuestro, porque sois vosotros, aquí en Jerusalén, los que mantenéis viva la llama de la fe cristiana, y mantenéis viva la presencia de Cristo en medio de nosotros.
No quiero repetir las mismas cosas de siempre. Sabemos que vivimos tiempos difíciles. Pero no podemos ni queremos limitarnos en decir lo duros que son estos tiempos. Hoy debemos recordar algo más, lo que más importa. Hoy estamos aquí, cristianos locales y peregrinos, todos juntos, para decir con rotundidad que no tenemos miedo. Somos hijos de la luz y de la resurrección, de la vida. Esperamos y creemos en el amor que todo lo vence.
Estamos a punto de entrar en la Semana de la Pasión. Viviremos en los mismos Lugares donde sucedieron los momentos de la Pasión de Jesús. Y al unirnos a Él, nos uniremos también a todos aquellos que hoy viven aquí su pasión, entre nosotros y en el mundo.
Pero también sabemos que la Pasión de Jesús no es la última palabra de Dios sobre el mundo. El Resucitado es Su última palabra, y estamos aquí para decirla y reafirmarla una vez más. Lo hemos encontrado. Y estamos aquí para gritarlo, con fuerza, con confianza y con todo el amor posible, que nadie podrá apagar jamás. Nadie nos separará de nuestro amor a Jesús. Y queremos dar testimonio de ello, ante todo, con la unidad entre nosotros, amándonos y apoyándonos unos a otros, perdonándonos unos a otros.
A su paso, la multitud extendía sus mantos a los pies de Jesús y le daba la bienvenida con las pocas ramas de olivo y palmas que pudieron encontrar. Pongamos también nosotros, delante de nuestro Mesías, lo poco que tenemos, nuestras oraciones, nuestro llanto, nuestra sed de Él y de su palabra de consuelo. Y aquí, hoy, a pesar de todo, a las puertas de su ciudad y de la nuestra, volvemos a declarar una vez más que deseamos verdaderamente acogerle como nuestro Rey y Mesías, y seguirlo en Su camino hacia Su trono, la cruz, que no es símbolo de muerte, sino de amor.
No debemos tener miedo de los que quieren dividir, de los que quieren excluir o de los que quieren apoderarse del alma de esta Ciudad Santa, porque desde siempre y para siempre Jerusalén seguirá siendo la casa de oración para todos los pueblos (Is 56,7), y nadie podrá poseerla. Como repito una y otra vez, pertenecemos a esta ciudad y nadie podrá separarnos de nuestro amor por la Ciudad Santa, como nadie podrá separarnos del amor de Cristo (Rom 8,35).
Los que pertenecen a Jesús seguirán estando siempre entre los que construyen y no derriban, los que saben responder al odio con amor y la unidad, y los que se oponen al rechazo con la aceptación.
Porque Jerusalén es el lugar de la muerte y resurrección de Cristo, el lugar de la reconciliación, de un amor que salva y supera las fronteras del dolor y de la muerte. Y ésta es hoy nuestra vocación: construir, unir, derribar barreras, esperar contra esperanza (cf. Rom 4,18). Esta es y sigue siendo nuestra fuerza y este será siempre nuestro testimonio, a pesar de nuestras muchas limitaciones.
Así que no nos desanimemos. No perdamos el ánimo. No perdamos la esperanza. Y no tengamos miedo, sino que levantemos con confianza la mirada y renovemos una vez más nuestro compromiso, sincero y concreto por la paz y la unidad, con la firme confianza (cf. Heb 3,14) en la fuerza del amor de Cristo.
¡Feliz Semana Santa a todos!
*Traducción de la Oficina de Medios del Patriarcado Latino