"Solo quienes reconocen su fragilidad y necesidad de misericordia pueden convertirse en instrumentos de reconciliación…. Solo corazones justificados pueden justificar. Solo los corazones pacificados pueden atreverse a hacer la paz," dijo Su Beatitud Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén, en su homilía en San Juan de Letrán en Roma, el 26 de octubre de 2025, mientras presidía la Liturgia Eucarística que abrió el Encuentro Internacional organizado por San Egidio titulado "Atrévete a la Paz".
El encuentro, que duró tres días, reunió a Hombres y Mujeres de diferentes credos, culturas y condición sociopolítica, unidos por el anhelo de paz. Mesas redondas temáticas y reuniones públicas, centradas en los conflictos actuales y los retos más urgentes que afronta nuestro mundo hoy… en el corazón de este encuentro había una declaración de que vale la pena ser audaz por la paz.
Justicia que Viene de la Misericordia
Reflexionando sobre el Evangelio, Su Beatitud trazó un marcado contraste entre el Fariseo y el Publicano: uno confía en su propia rectitud; el otro se presenta humildemente ante Dios, consciente de su pecado y necesitado de misericordia.
"Es Dios quien justifica, quien hace justicia," explicó el Patriarca. "Lo hace perdonando, porque solo Su perdón nos hace dignos de estar ante Él — restableciendo así la alianza entre los hombres."
La paz, entonces, no comienza con el poder o la superioridad moral, sino con la verdad — la verdad de nuestros corazones ante Dios. "Reconocer nuestra debilidad permite que Dios actúe en nosotros," dijo. "Cuando reconocemos nuestra necesidad de misericordia, también permitimos que otros nos muestren misericordia. Y la misericordia es el fundamento de toda justicia, sobre el cual se puede construir una paz sólida y verdadera."
El Peligro de la Autojustificación
En contraste, la actitud del fariseo refleja lo que el Patriarca llamó "la presunción de tener razón." Esta actitud, advirtió, puede ocultarse no solo en individuos sino, también, en instituciones enteras. "¡Cuánto sufrimiento puede causarse," lamentó, "en nombre de la propia idea de justicia, impuesta fuera de un contexto de respeto y escucha! "
Tal mentalidad, continuó, genera división y violencia — lo opuesto a la paz. "Muchos hoy se erigen como jueces, convencidos de que tienen razón. Pero el Evangelio nos recuerda que no es la fuerza de nuestro juicio lo que nos justifica, sino la verdad de nuestros corazones ante Dios".
Misión de la Iglesia
Dirigiendo su mirada a Tierra Santa, Su Beatitud habló con compasión sobre el dolor que tantos están sufriendo. "Nadie tiene derecho a minimizar este sufrimiento," dijo. Sin embargo, también advirtió sobre el peligro de permitir que el dolor endurezca los corazones o dé origen al odio. "No debemos convertirnos en el fariseo que se cree mejor a los demás".
El Patriarca destacó la misión de la Iglesia: "Dar a conocer al mundo las vidas de aquellos a quienes muchos prefieren ignorar — aquellos que son reales, que existen, y que esperan nuestra respuesta".
El Rostro de la Paz
Para muchos que viven en medio de la lucha diaria por la supervivencia, la palabra "paz" puede sonar vacía. Sin embargo, Su Beatitud recordó a los fieles que la verdadera paz no es meramente la ausencia de guerra o el resultado de la diplomacia. "La paz," dijo, "Comienza cuando reconocemos la verdad y dignidad de todo ser humano. Es saber ver el rostro de Dios en los demás. Cuando desaparece el rostro del otro, también desaparece el rostro de Dios — y con él, la posibilidad de una paz auténtica".
La Necesidad de Testigos de Esperanza
En estos tiempos oscuros, Su Beatitud reconoció que testigos valientes han restaurado la verdad a las palabras de justicia y paz. Aquellos que han perdido mucho durante la violencia reciente en Gaza, pero eligieron ser una fuente de esperanza para los demás al seguir ofreciendo su servicio: "Aquellos que, bajo las bombas, ofrecen protección. Familias hambrientas que comparten lo poco que tienen con quienes lo han perdido todo. Jóvenes que arriesgan sus vidas para ayudar a los heridos y enfermos. Madres que se reúnen para cuidar a los niños que se han quedado solos. Maestros sin escuelas que no renuncian a buscar a sus alumnos para seguir enseñándoles".
Con estas palabras, Su Beatitud nos anima a ser una imagen de verdad, de justicia y paz, incluso en medio de tanto sufrimiento; a no aislarnos en nosotros mismos sino buscar al prójimo, para así "Seguir siendo instrumentos indispensables de consolación y esperanza, dispuestos a reconstruir nuevos modelos de convivencia a partir de los escombros de este tiempo".
Una Oración por Corazones Nuevos
"La paz", dijo, "Se basa en la fe y la conversión a Dios".
Sin Él, nuestros esfuerzos siguen siendo frágiles. "Si construimos la convivencia humana únicamente sobre el poder y la superioridad, construimos sobre arena. Cuando el hombre se convierte en su propio amo, termina arruinándose a sí mismo. Pero cuando permitimos que Dios actúe en nosotros, la paz se hace posible — incluso en Tierra Santa".
"No todo se ha perdido", concluyó el Patriarca. "Todavía hay personas justas capaces de impartir justicia divina — de traer perdón y consuelo, de reconocerse unos a otros como hermanos y hermanas, hijos amados de Dios".
Concluyo con una oración: "Hoy, pidamos al Señor que nos dé un corazón nuevo — un corazón que sepa llorar por el dolor del mundo, que no se cierre en el miedo, sino que se abra a la confianza. Un corazón que, como el del publicano, sepa decir: 'Oh Dios, ten piedad de mí, que soy un pecador', y comenzar de nuevo".

Eco del Santo Padre
Más tarde ese mismo día, el Papa León XIV se hizo eco del llamamiento del Patriarca durante su Audiencia General, profundizando en la misma exhortación a una paz fundamentada en la fe y la humildad. "La guerra nunca es santa, solo la paz es santa — porque es querida por Dios".
A continuación, recordó las palabras de su predecesor, el Papa Francisco: "Debemos impedir que las religiones se conviertan en instrumentos del nacionalismo o el populismo. Las guerras solo se intensifican. ¡Ay de aquellos que intentan arrastrar a Dios a tomar partido!"
Que las voces de ambos Pastores nos recuerden una vez más que la verdadera paz nace en un corazón reconciliado con Dios.

